Desde comienzos del siglo XX, el mundo ha sido testigo de algunos de los terremotos más potentes jamás registrados. El más fuerte de todos fue el ocurrido en Valdivia, Chile, el 22 de mayo de 1960, con una magnitud de 9,5, seguido por el de Alaska en 1964, que alcanzó los 9,2. En 2004, un terremoto de magnitud 9,1 sacudió Sumatra, en Indonesia, generando un tsunami que provocó más de 230.000 muertes. Japón sufrió uno de los más devastadores el 11 de marzo de 2011, cuando un sismo de 9,0 en la región de Tōhoku provocó un maremoto y la crisis nuclear de Fukushima. También destacan los terremotos de Chile en 2010 y de Ecuador‑Colombia en 1906, ambos con una magnitud de 8,8.
El último gran terremoto tuvo lugar el 30 de julio de 2025, en el extremo oriental de Rusia, cerca de la península de Kamchatka. Con una magnitud de 8,8, ha sido uno de los más potentes de las últimas décadas. El epicentro se localizó a unos 126 kilómetros de Petropavlovsk-Kamchatsky y a una profundidad de 19 kilómetros. El sismo generó olas de hasta cuatro metros y desencadenó alertas de tsunami en zonas del Pacífico, incluidas Japón, Hawái, Alaska y la costa oeste de Estados Unidos. Aunque las evaluaciones de daños aún están en curso, las autoridades han iniciado evacuaciones preventivas en varias regiones costeras.
Este terremoto se posiciona entre los seis más fuertes registrados en la historia moderna, recordando la vulnerabilidad de las regiones ubicadas sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico y la importancia de los sistemas de alerta temprana para mitigar sus efectos.